La sonrisa de un bebé es algo muy especial, dulce y contagiosa. Al principio es un reflejo, una muestra de placer. Pero lo que empieza siendo un simple gesto involuntario, termina teniendo un significado comunicativo.
Desde muy pequeñitos, los bebés por su propio desarrollo emocional, empiezan a tener mucha mas movilidad en lo que a sus gestos se refiere. Son ellos quienes provocan con sus balbuceos, sus pataleos y sus sonrisas la reacción de los adultos. Cuando tienen pocos meses, agitan brazos y piernas o hacen toda clase de gestos y sonidos de forma gratuita y casual. Y cuando se acercan a su sexto “cumplemés”, muchas de sus expresiones y vocalizaciones, que parecían no tener sentido, comienzan a adquirirlo.
Aunque estos gestos no son necesariamente esfuerzos por comunicarse, muchos de ellos acaban siéndolo en cuanto el bebé descubre, por ejemplo, que puede emplear sus manos para conseguir la atención del adulto, que si grita su madre o padre se vuelve, y que si se ríe, todas esas enormes caras que le están mirando también lo hacen.
Comunicarse sin decir una sola palabra
Señalar con el dedo, a menudo acompañado con un gorjeo, algo que empiezan a hacer alrededor de los diez meses, es un gran paso delante en su desarrollo comunicativo. El bebé no señala algo cuando esta simplemente mirándolo, sino cuando quiere comunicarnos que lo esta viendo.
Señalar algo es, pues, el paso previo a nombrarlo: una formas de decir: “veo eso de ahí… ¿Cómo lo llamabas?”.
Alzar los brazos es otro gesto característico del segundo semestre, muchas veces para que les cojamos en brazos... Del mismo modo, cuando un niño mantiene su mano abierta con la palma hacia arriba, la abre y cierra el puño, es que quiere que le demos algo. Ese cambio de coger y pedir es muy significativo y nos distingue del mundo animal. Se produce sobre los diez meses, cuando empiezan a proliferar otro gestos sociales con las manos: las palmitas, los cinco lobitos...etc.
Entienden mucho antes de hablar
Con respecto al lenguaje, este periodo es importante porque empiezan a vocalizar.
Los balbuceos; esos; “ga”, “gu”…, igual que las primeras sonrisas, son descargas motoras de placer. Pero ¿que ocurre? Se escuchan y al oírse lo repiten. Hay una especie de feed-back, una retroalimentación auditiva.
Por eso los niños sordos, que comienzan a vocalizar al mismo tiempo que los demás, dejan de hacerlo y no pasan al silabeo.
El bebé es quien, inicialmente, empieza solo a hacer los gorjeos; y el adulto entra a participar después. De hecho, esas primeras vocalizaciones forman parte enseguida del vocabulario de los padres: cuando empieza a decir “ajo”, inmediatamente piden que lo repita; pero sino lo ha dicho con anterioridad no se les ocurre pedírselo.
El que los padres dejen la actividad que estén realizando para imitar al niño es de una gran riqueza, no solo a nivel afectivo sino también en el desarrollo de esa comunicación verbal.
Pero a pesar de no ser un esfuerzo por comunicarse y de no tener significado, el bebé es consciente de que mediante el balbuceo obtiene un impacto en la gente que le rodea. Si los adultos están hablando cerca de el intensificara su parloteo, como diciendo: “eh, que quiero participar”.
Pero en el lenguaje hay dos componentes: la comprensión y la expresión.
Comprenden lo que escuchan dos o tres meses antes de hablar. Lo que significan que si dicen su primera palabra al año de edad ya entendían su significado a los 9 o 10 meses. Además, parecen ser capaces de emplear distintos tonos para comunicar cosas diferentes, lo mismo que cada tipo de llanto responde a una necesidad determinada.
Un gesto diferente para cada ocasión
Placer, extrañeza y temor son, según los expertos en psicología evolutiva, las tres expresiones faciales primarias a esta edad. En realidad, todas pueden apreciarse desde su nacimiento, pero antes de los seis meses no responden directamente a un suceso, no son la respuesta a algo que haya ocurrido.
Claro que no son solo tres. Los padres hablan de un extenso repertorio de expresiones además de estas tres básicas. Saben que hay también determinados gestos que quieren decir “estoy muerto de sueño”; caras de puchero que dice: “cógeme, por favor”; y rostros burlones que parecen preguntar “¿que piensas? O “¿es a mi?”.
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