La educación de nuestros niños y niñas es una preocupación que está presente en nuestras vidas desde que nacen, es complicado encontrar un modelo que nos dé la certeza de que lo estamos haciendo perfectamente. Está claro que como padres y educadores, cada uno de nosotros, hemos tenido un modelo que nos ha marcado nuestra educación y personalidad, el cual como padres deberíamos analizar para quedarnos con lo bueno y mejorar lo que no ha sido acertado y eso será lo que nos guiará en nuestra labor educativa.
Para dicha labor, además, hay que tener claras las características que queremos conseguir que formen la personalidad de los niños y siempre acompañar este proceso con cariño y respeto.
Hay una palabra clave en esta labor educativa, es la libertad, la buena educación empieza por un respeto hacia esta, que no significa “dejar hacer lo que al niño le de la gana”, si no sentar las bases para que haga desde su libertad lo mejor.
Tendremos que empezar por ayudarles a construir esas bases donde ellos aprendan lo correcto y lo que no lo es, donde vivan los valores que les ayuden a discernir entre las actuaciones buenas y malas, en definitiva, les tendremos que ayudar a construir su criterio que guiará sus acciones en la vida. Esto es complicado y laborioso, ya que día a día tendremos que ir trabajando con nuestros niños y niñas ayudándoles a construir ese criterio de actuación, con nuestras acciones que imitarán y nuestros consejos que seguirán o no, pero que a través de las consecuencias de dichas acciones verán si han tomado el camino adecuado o equivocado, con estos resultados ellos irán construyendo su listado de actuaciones buenas y malas, esto será la base de su personalidad, por lo que es muy importante que sea una base sólida, consistente y acertada.
Así, el trabajo de los padres en casa, consistirá en dejarles claro cada vez que realicen una acción si esa es correcta o no, acompañada siempre de una explicación
adecuada a su edad y respetando a los niños y niñas como personas, premiando las acciones correctas y poniendo consecuencias, haciendo que el niño o niña reflexione tranquilo, a las acciones que no han estado bien. Mediante este mecanismo, de hacer reflexionar al niño como esta lo que ha hecho y cuál ha sido la consecuencia de dicha acción, incluso premiando cuando la acción elegida haya sido la correcta, se puede ir guiándolos de forma sencilla para que ellos vayan comprendiendo y entendiendo.
La libertad se entiende, como la posibilidad que tenemos de decidir por nosotros mismos cómo actuar en las diferentes situaciones que se nos presentan en la vida. El que es libre, elige entre determinadas opciones, la o las que le parecen mejores o más convenientes, tanto para su bienestar como para el de los demás o el de la sociedad en general. Las personas libres, piensan muy bien lo que van a hacer antes de decidirse a actuar de una u otra manera, pues saben que la libertad no es sinónimo de hacer “lo que nos dé la gana” y que la mayoría de nuestros actos tienen consecuencias buenas o malas según el grado de responsabilidad con el que actuemos, si logramos como educadores esto, estaremos asegurando que en la vida nuestros niño y niñas sabrán caminar por el camino correcto y elegir acertadamente entre el gran abanico de posibilidades que se le va a presentar, sabiendo valorar las consecuencias antes de que ocurran.
En la educación, hay que tener muy presente la edad que tienen y no exigirles respuestas a actos que no correspondan a su edad, al igual que tenemos que dejarles la libertad suficiente para que se equivoquen y no sobreprotegerles o no dejarles actuar por miedo a que se equivoquen, es muy importante que ellos actúen, se equivoquen y vuelvan a probar. Nosotros estaremos detrás para ayudarles a levantarse, pero no para evitar la caída, ya que el aprendizaje con el ensayo error les llevará a madurar. La sobreprotección, lo único que hace es quitarle esa libertad de la que hablamos, consiguiendo anularles como personas, si decidimos por ellos, lo que estamos haciendo, es que ellos no puedan consolidar sus cimientos como personas y en el momento en el que no estemos detrás no van saber tomar decisiones y por lo tanto tampoco asumir las consecuencias de lo que han hecho, les estaremos privando de algo vital para su existencia, su libertad.
Tenemos un largo camino, los niños y niñas nacen sin una rutina diaria y sin límites, están constantemente buscando y probando hasta donde pueden llegar. La rutina diaria, es para los niños lo que las paredes son para una casa, les da fronteras y dimensión a la vida. Ningún niño se siente cómodo en una situación en la que no sabe qué esperar. La rutina establecida, da una sensación de seguridad y da un sentido de orden, del cual nace la libertad.
Los niños quieren y necesitan comprender las normas que rigen su mundo. Quieren saber qué se espera de ellos, a qué atenerse con los demás, hasta dónde pueden llegar y qué sucede si van demasiado lejos. Conforme crecen, necesitan alguna forma de determinar sus crecientes habilidades y capacidades. Los límites desempeñan un importante papel en este proceso de aprendizaje y descubrimiento. Aunque parezca una contradicción libertad, límites y normas van unidos y somos nosotros, padres y educadores, aunando criterios, los que debemos de encontrar y establecer esos límites y esas normas para crear ese equilibrio, que le proporcionará a los niños y niñas una educación con libertad, para que el día de mañana, puedan llegar a ser personas independientes y seguras de si mismas, con criterios lógicos en los que se basen sus decisiones, teniendo en cuenta la existencia de unas consecuencias a esas acciones.
“La primera tarea de la educación es agitar la vida, pero dejarle libre para que se desarrolle” (María Montessori)