¿Qué es la resiliencia?

El término Resiliencia se viene utilizando con muchas frecuencia en la actualidad y nos podría parecer que es un un concepto muy reciente, pero si consultamos el diccionario de la RAE, nos encontramos con una acepción asociada al campo de la física, ya que lo define como la capacidad que tienen los cuerpos para volver a su forma original después de haber sufrido deformaciones producto de la fuerza. Este concepto fue adaptado por la Psicología con el fin de dar una adecuada definición a la capacidad que tienen las personas para afrontar y superar los problemas y adversidades de la vida, saliendo incluso fortalecidos (Melillo y Suárez Ojeda, 2001).

Podríamos decir que una persona resiliente es aquella que es capaz de superar situaciones como accidentes, muertes de seres queridos, o cualquier otro hecho traumático, y que estos hechos les proporcionen herramientas para superar otras dificultades en un futuro.

 

¿Necesitamos ser resilientes?

Al igual que es necesaria la capacidad del organismo de recuperarse de una herida, la mente necesita mecanismos para superar los hechos traumáticos. La resiliencia no es una característica que se tiene o no se tiene, es una capacidad que se presenta en diferentes grados según la persona.

¿Por qué es aconsejable tener un alto grado de resiliencia?

Tener un alto grado de resiliencia permite tener una gran capacidad de afrontamiento de distintos tipos de situaciones, llevando esto a que se desarrolle una fuerte autoestima, puesto que el sujeto se verá a si mismo como el responsable de sus acciones y con una gran autodisciplina. Además de todo esto, la persona resiliente, es consciente de sus capacidades y limitaciones, tiene fuertes sentimientos de responsabilidad de sus acontecimientos futuros, y presenta una mente abierta.

¿Es necesario trabajar la resiliencia?

La resiliencia no es solo una capacidad innata, sino que puede entrenarse para alcanzar altos niveles. Según Rutter (1993) se trata de un proceso interactivo en el que participan factores personales (de riesgo y de protección) y del ambiente familiar, social y cultural. La resiliencia es así un proceso dinámico dependiente de factores internos y externos que configuran lo que se denomina Potencial Resiliente.

En la medida en la que se vaya adquiriendo la capacidad de ser resiliente, se mejorará en el control emocional, ya que se centra la atención en dar una adecuada solución al problema y reduciendo las respuestas excesivamente emocionales.

La autoestima también es un aspecto que mejora con la adquisición de un buen grado de resiliencia, puesto que permite que el sujeto se vea a sí mismo desde una perspectiva realista y capaz de dar solución a las dificultades que se le puedan ir presentando.

 ¿Cómo trabajar la resiliencia desde la infancia?

Es importante acompañar al niño en el desarrollo de la resiliencia, para ello, le iremos guiando en aquellos momentos en los que tenga que poner en marcha   los mecanismos para afrontar situaciones difíciles y les mostraremos ejemplos que puedan entender. Cuando se den circunstancias negativas para el niño, deberemos orientarles para que reflexionen sobre las causas que originaron ese hecho y las posibles soluciones que puede tener. Esas reflexiones, serán de gran utilidad en el momento del suceso, pero también podrán ser de gran ayuda para aprender a actuar en el futuro, bien sea para evitar situaciones similares o para minimizar el efecto que pueden provocar.

En situaciones difíciles para el niño, le ayudaremos a que centre su atención en los objetivos que quiera alcanzar, haciéndole ver que una respuesta emocional excesiva puede perjudicarle en la adquisición de esos objetivos.

Deberemos ayudarle a adquirir su autoconocimiento, para que pueda saber cuáles son sus capacidades y sus limitaciones. A través del autoconcepto, podrá desarrollar sus fortalezas. Les enseñaremos a apoyarse en los grupos sociales más próximos, contando con la familia y con los amigos en situaciones difíciles o en aquellas que no pueda dar respuesta por sí mismo. Para ello, crearemos un buen clima para que el niño pueda expresar sus temores y pedir ayuda.

Al niño hay que mostrarle que los fracasos sirven para aprender que hay distintas vías para alcanzar los objetivos y nos permiten aprender para un futuro qué vía es la más apropiada. Además, deberemos hacerle ver que ante un fracaso, hay que volver a intentar llegar a la meta y no tirar la toalla.

Para que se desarrolle una correcta resiliencia, es vital que el niño sienta el apoyo para que tome sus decisiones, potenciándole la búsqueda activa de soluciones, para que puedan enfrentarse a sus problemas y afrontar los posibles errores que puedan cometer.

Es importante que el adulto sirva de modelo positivo hacia el niño, pues es sabido que todos los actos que realizan las figuras de referencia (padres, educadores,...) sirven de ejemplo para el desarrollo del niño. Si el adulto afronta sus propias dificultades con optimismo, estará ofreciendo una valiosa lección al niño que lo observa.

El niño tiene que sentir que se confía en sus capacidades, permitirle que dé respuesta por sí mismo a las dificultades, pues el logro aumenta la autoestima.

 

Remedios Rodríguez Álvarez, madre Kidsco- Hospital de Badajoz

Profesora de Intervención Sociocomunitaria