Rutina, es aquella actividad que realizamos de forma regular y periódica; y Hábito es el modo de actuar aprendido o adquirido para poder conseguir que una rutina se lleve a cabo de manera satisfactoria.

Diferencia entre rutina y hábito. 

La rutina es una costumbre personal establecida por conveniencia, que no permite modificación y que puede desaparecer; por ejemplo, colgar el abrigo en la percha al llegar a clase. El hábito, sin embargo, es un mecanismo estable que crea destrezas y que además podemos usar para distintas situaciones: por ejemplo, abrocharse la chaqueta.

Tanto las rutinas como los hábitos aportan un componente importantísimo de constancia y regularidad y, por ello, son fundamentales tanto para la vida familiar como la escolar.

Durante los primeros años de vida, los padres juegan un papel fundamental en la transmisión a sus hijos de valores, normas, hábitos, rutinas y costumbres. Este conjunto de actitudes y aptitudes serán fundamentales para su desarrollo personal y social y en muchas ocasiones, tendrán un carácter que dure en el tiempo. Durante esta edad, el aprendizaje surge a través de dinámicas de refuerzo, y mediante conductas de imitación en figuras “modelo” (en casa el progenitor y en la escuela el tutor). A medida que pasa el tiempo, otras figuras, como hermanos o amigos, irán asumiendo ese papel.

Las rutinas y los hábitos en la educación infantil

Por esto, la relación familia-escuela será esencial para un desarrollo armónico. Padres y profesores elaboran pautas de actuación conjuntas y coordinadas, encaminadas a favorecer la adquisición de hábitos básicos para su autonomía y desarrollo posterior.

La finalidad de la Educación Infantil es contribuir al desarrollo físico, afectivo, social e intelectual de los niños y las niñas. Los métodos de trabajo se basarán en las experiencias, las actividades y el juego y se aplicarán en un ambiente de afecto y confianza, para potenciar su autoestima e integración social. Los niños deben ir aprendiendo (asimilando) normas o pautas de conducta, comportamientos que son habituales en su medio ambiente. En la etapa infantil, a la hora de educar, es de mayor interés la creación de buenos hábitos que llegar a poseer unos conocimientos amplios.

Los hábitos constituyen un factor decisivo en la construcción de la personalidad del niño. Además, le identifican con el grupo social en el que han crecido, con sus valores y su cultura, y le proporcionan una trama sólida a partir de la cual consolidan los procesos de desarrollo del pensamiento. Los hábitos y rutinas son asimismo una fuente inmejorable para la consolidación de conductas autónomas.

Es necesario que los hábitos sean estables y se constituyan en marco de referencia para que determinadas situaciones operen como contextos familiares, próximos, en los que los niños se encuentren cómodos y seguros. Adquirir buenos hábitos durante esta etapa les convertirá en personas más seguras y con mayores niveles de autonomía y autoestima.

La familia y la escuela persiguen un objetivo común: colaborar de manera activa y estrecha en su formación y desarrollo. Para lograr este reto la comunicación y la coordinación son importantes, puesto que aseguran coherencia y eficacia en todo el proceso educativo.

La escuela infantil no tendría sentido sin la presencia activa y constante de los padres, agentes educativos externos al centro y piedra angular sobre la que se asienta la labor de la institución escolar.

La familia que realiza rituales que involucran a todos sus miembros genera un medio de seguridad y confianza donde los niños van ordenando su vida y sus propios actos. Sin la existencia de estas reglas los niños se sienten inestables, desarrollan miedos o, incluso, comportamientos tiranos. Hay que recordar que una educación totalmente libre no garantiza niños felices. La familia debe favorecer la creación de actos habituales que todos conozcan y cumplan. Algunos ejemplos de estos rituales familiares son: comer juntos en la mesa, colaborar en poner y recoger la mesa, regular la hora de dormir, etc.

Crear rutinas ayuda a desarrollar hábitos y actitudes que serán la fuente de la formación del carácter. La rutina ayuda a la adquisición de hábitos y estos facilitan la realización de actividades cotidianas como estudiar, comer y dormir. La carencia de estos hábitos produce un gran desgaste emocional en conflictos y discusiones, tanto para Las rutinas y los hábitos en la educación infantillos padres como para los hijos. La implantación de rituales familiares se debe iniciar temprano con los hijos. Desde pequeño, el niño debe habituarse a cumplir ciertas normas. De esta forma, saben qué hacer, qué se espera de ellos y, lo más importante, viven en un ambiente donde pueden predecirse qué va a pasar si se cumplen o no las reglas establecidas.

Estos rituales son la base para la creación de los hábitos que poseerán a partir de la adolescencia y que abarcarán cualquier aspecto de su vida. Sobre todo, hay que recordar que los niños aprenden mejor si nosotros, como adultos, les damos ejemplo. Los actos habituales quedan de alguna manera grabados en nuestra memoria y nos proporciona una verdadera educación tanto a padres como a hijos.

Y si además, existe colaboración entre la escuela y los padres, será factible establecer programas y estrategias que faciliten la formación del carácter de niños y jóvenes. Porque no hay que olvidar que cuando la acción educativa directa planea retos y se hacen propuestas, generalmente aparecen las familias, para poder reforzarlos.

 

Según R.Driekurs: "La rutina diaria es para los niños lo que las paredes son para una casa, les da fronteras y dimensión a la vida. La rutina da una sensación de seguridad. La rutina establecida da un sentido de orden del cual nace la libertad."